Ripley en peligro - Metros Ligeros de Madrid - ML1

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Ripley en peligro

PATRICIA HIGHSMITH

5 minutos

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La máquina de discos tocaba un viejo cha-cha-chá.

Tom estaba de pie en el bar de Georges y Marie, con una taza de café casi vacía en la mano. Ya había pagado, y los dos paquetes de Marlboro de Heloise le abultaban en el bolsillo de la chaqueta. Estaba observando una máquina de juegos, situada en el rincón, en la que había gente jugando.

La pantalla mostraba la silueta de un motorista que se precipitaba hacia el fondo, y a cada lado de la carretera unas vallas que se desplazaban hacia adelante producían una ilusión de velocidad. El jugador manipulaba un volante semicircular, y hacía que el motociclista virase para adelantar a un coche más lento, o saltara como un caballo para esquivar una valla que había aparecido de pronto en plena carretera. Si el motorista (el jugador) no saltaba a tiempo, se producía un impacto silencioso, aparecía una estrella negra y dorada para indicar el choque, el motociclista quedaba eliminado y se terminaba el juego.

Tom había observado aquel juego muchas veces (que él supiera, era el más popular de todos los que habían adquirido Georges y Marie), pero nunca había jugado. No sabía por qué, pero prefería no hacerlo.

–Non, non! – Desde detrás de la barra, la voz de Marie se alzó sobre el barullo habitual discutiendo la opinión de algún cliente, probablemente política. Su marido y ella eran de izquierdas de toda la vida-. Ecoutez, Mitterrand…

A Tom se le ocurrió que, a pesar de eso, a Georges y Marie no les gustaba la invasión de norteafricanos emigrados a su país.

–Eh, Marie! Deux pastis! – Era la voz del gordo Georges, con un delantal blanco lleno de manchas sobre la camisa y los pantalones, sirviendo las pocas mesas donde la gente bebía y a veces comía patatas fritas empaquetadas y huevos duros.

¡Una silenciosa estrella negra y dorada! Los espectadores protestaron con simpatía. Muerto. Todo se había acabado. La pantalla hizo centellear su mudo y obsesivo mensaje: INSERTE MONEDAS INSERTE MONEDAS INSERTE MONEDAS, y el trabajador, obediente, hurgó en un bolsillo de sus vaqueros,…

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