Álvaro Mutis
(1923-2013)
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La Plata era un caserío semejante a todos los demás que agonizaban al pie del gran río, sin razón ni propósito definido en su existir anodino y monótono. Unas cuantas casas con techo de palma. El puesto del ejército y la tienda de Hakim con techos de cinc, pintados el primero de un color gris rata y el del turco de un fresa rabioso y gratuito. El Gaviero había comenzado a entrar en una beatífica serenidad, que, en el fondo, le preocupaba por sentirla extraña a su inagotable ansiedad ambulatoria. La ausencia de esta última podía estar indicándole un cambio radical de su ser, al que, al principio, se negó a acostumbrarse. Siempre había sentido el temor por tal clase de mudanzas que, en forma un tanto difícil de precisar, se le antojaban como un anuncio de aciagas consecuencias, como una caída del telón para la que nunca creía estar suficientemente preparado. De estas meditaciones en el balcón y de sus apacibles lecturas, vino a sacarlo bruscamente la noticia de un proyecto de construcción ferroviaria (…)